Hay preguntas que en un taller de arte son más que frecuentes, una de ellas tiene que ver con el tema que les proponemos a los alumnos para componer sus primeros cuadros.
¿Por qué flores? ¿Tienen que ser plantas? A esta clase y clásica pregunta es a la que nos referíamos.
A veces nos enfrentamos a una dura resistencia con respecto a este tema en particular por parte de los alumnos. Aparentemente la pintura de una flor se asocia a la idea de un romanticismo que tiende hacia la cursilería.
El primer gran desafío es ése: hacer de un tema tan trillado una pintura que permita otro punto de vista, demostrar que el tema de una pintura puede ser abarcado desde muy diferentes formas. Una pintura de una flor o una planta puede ser dramática, violenta, amenazante, fría y también claro está, puede transmitir fragilidad, delicadeza, belleza, voluptuosidad, sensualidad.
Las gigantescas y sensuales flores de O’Keeffe, la recreación japonesa de los lirios y las flores de almendro de Van Gogh, la humildad de sus girasoles, los delicados iris y matas de hierba de Durero, el abigarrado jardín de Lucien Freud, los solitarios floreros de Cézanne, nos hablan más que de una simple representación naturalista, de la personalidad de cada uno de los pintores.
El tema es una excusa para que el pintor muestre una parte de sí mismo y de su forma de trabajar.
El primer hecho artístico tiene que ver con el punto de vista elegido por el pintor en el momento de dibujar la flor o la planta que servirá de modelo a su cuadro. Ese punto de vista no siempre surge inmediatamente, y la mayoría de los alumnos tiene que hacer varios dibujos de distintas flores o plantas antes de elegir la composición que más los identifica.
En muchos casos sólo se ha tomado un sector de la totalidad del dibujo, y se ha hecho una segunda, una tercera o una cuarta composición.
Luego se ha investigado sobre el color: cada composición se ha pintado repetidamente con diferentes armonías de color, y muchas veces después de seleccionar la armonía, se ha vuelto a componer la imagen, adecuándola a esta nueva información.
Todo este proceso de investigación y selección es la forma en que el pintor va a descubrir la identidad que quiere darle a su cuadro.
Todos los trabajos fueron primero dibujados con plantas y flores naturales. Desafiando el movimiento de las mismas y lo efímero de su duración, nuestros alumnos tomaron conciencia del movimiento y de la vida de las mismas.
Sumemos entonces al acto puramente artístico, la conexión con la naturaleza, y el privilegio de poder ser consciente del movimiento de una planta o una flor.
Para los profesores es necesario este proceso. Intentamos y buscamos que el alumno se demuestre a sí mismo que puede trabajar sin depender de una fotografía y por otro lado, porque nuestra intención no es respetar la información de colores de las flores y las plantas, sino jugar e investigar distintas armonías de color.
De esta forma, también los colores elegidos no son una simple imitación de la realidad, y reflejan en todo caso además el carácter de cada artista.